martes, 24 de noviembre de 2009

24 de noviembre


SAN JUAN DE LA CRUZ

Fiesta el 24 de noviembre

Nacido en Fontiveros, en Castilla, tercero y último hijo de una familia pobre y trabajadora, Juan perdió muy pronto a su padre Gonzalo de Yepes, y desde entonces fue educado por su madre, Catalina Álvarez.

A la edad de cinco años, cayó Juan accidentalmente en una charca cenagosa. Estando dentro, vio una Señora muy hermosa que le pedía la mano, alargándole la suya, y él no se la quería dar por no ensuciarla; llegó un labrador y con una caña que llevaba le alzó y sacó fuera.

Muy pronto el niño, aunque de constitución raquítica, tuvo que trabajar con sus manos, aprender a tejer especialmente, junto a su madre, a fin de ganarse la vida. Hallándose enfermo en el hospital de Medina del Campo, se ingenió para seguir simultáneamente los cursos en el Colegio de los Jesuitas.

A los 21 años tomó el hábito con los Carmelitas con el nombre de Juan de Santo Matía. Y al hacer su profesión, los superiores lo invitaron a estudiar teología en la célebre Universidad de San Andrés de Salamanca. Allí se destacó por la penetración de su mente, y pronto fue designado prefecto de los estudiantes, con el cargo de dar lecciones y presidir las tesis.

Él, por su parte, desdeñoso del grado de Doctor, no soñaba sino con la soledad y con las austeridades del Carmelo primitivo: y si el estado actual de su Orden no podía ya proporcionárselas, quizá iría a pedírselas a los cartujos.

Veinticinco años tenía cuando lo descubrió Santa Teresa, la cual vio en él al hombre providencial destinado a hacer aplicar los planes de la Reforma que ya había ella comenzado a realizar en las carmelitas y que la tentativa del Padre Jerónimo Gracián no había logrado imponer a los carmelitas.

Juan de Santo Matía acababa de encontrar su camino: convino en ello con su fogosidad juvenil. Sólo puso una condición: que no se tarde mucho.

Desde entonces revistió el nuevo hábito de los Carmelitas descalzos, de burda estameña y capa blanca, confeccionada por la propia Santa Teresa.

Interrogado, según se dice, por el Señor en persona, por el pago que le gustaría recibir por todos sus trabajos, Juan respondió: “Señor, sufrir, y ser despreciado por vuestra causa”. Se le daría cumplido gusto.

En efecto, ¡sorpresa, indignación y, en fin, hostilidad abierta de los Carmelitas mitigados contra los excesivos!, aprendido en plena noche, y encadenado, Juan fue encerrado en la prisión del Convento de Toledo.

En vano las injurias y el látigo se alternaron con seductoras promesas para doblegar su resolución: “Pobre Padre, decía entonces Santa Teresa, preferiría verlo en poder de los moros”.

Impasible, el cautivo escribió en su encierro el Cántico espiritual. Y a los siete meses logró evadirse y en ese preciso momento supo que el Papa Gregorio XIII, en atención a los alegatos de Santa Teresa, acababa de concederles la erección de la Provincia autónoma a los Carmelitas descalzos (1580).

En esta región de Andalucía llegó a ser nombrado Vicario Provincial de la Orden de Carmelitas Descalzos; pero el buen Juan siguió con su obstinación de la reforma, lo que le llevó al enfrentamientos con la jerarquía religiosa y a sufrir nueva prisión en el convento de la Peñuela, en plena Sierra Morena, en donde culminó la escritura de sus principales obras literarias.

Cuando por fin es excarcelado y se dispone a cumplir con el traslado que se le impone a América, el 14 de diciembre de 1591, muere a la edad de 49 años.

Fue beatificado en 1675, canonizado en 1726, y declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío XI en 1926.



NOCHE OSCURA

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.



LLAMA DE AMOR VIVA

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda!¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!



SUMA DE LA PERFECCIÓN

Olvido de lo criado,
memoria del Criador,
atención a lo interior,
y estarse amando al Amado.



ANECDOTARIO

San Juan de la cruz y un Niño Jesús

Un pequeño detalle del amor a Jesucristo en la vida de San Juan de la Cruz. En la Navidad de 1585 entra en la clausura de unos de los conventos de las carmelitas descalzas. Las monjas le muestran un Niño Jesús muy lindo: está recostado y dormido. Fray Juan emocionado ante la dulce expresión del Niño, exclama con palabras de una coplilla popular: “Señor, si amores me han de matar, agora tiene lugar”.


Tras recibir permiso para fundar conventos de frailes, Santa Teresa persuadió a fray Antonio de Jesús y a fray Juan de la Cruz para que se hicieran carmelitas descalzos. Y como fray Juan de la Cruz era pequeño de cuerpo, solía decir con mucha gracia: “Bendito sea Dios, que tengo para la fundación de mis descalzos fraile y medio”.


Hablando en el locutorio de la Encarnación con fray Juan de la Cruz, muchas veces se extasiaron los dos. En cierta ocasión se levantó fray Juan para resistir el ímpetu del Espíritu. Dijo la Santa: “No se puede hablar de Dios con mi padre fray Juan porque luego se traspone o hace trasponer”.



ALGUNOS PENSAMIENTOS
DE SAN JUAN DE LA CRUZ


“A la tarde de la vida te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición”.

“¡Oh dulcísimo amor de Dios mal conocido! El que halló sus venas, descansó!”

“Mira que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada”.

“Siempre el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría a los mortales, mas ahora que la malicia va descubriendo más su cara, mucho más los descubre”.

“Aunque el camino es llano y suave para quienes tienen buena voluntad: quien camina, caminará poco y con trabajo si no tiene buenos pies y ánimo y porfía animoso en eso mismo”.